Vamos Rafa

Pero sin exclamaciones y no para animar sino como con desgana. Como si fuese Djokovic quien lo pronunciase, aburrido de las andanzas del manacorí si bien ha sido Federer quien le privó en las semis de enfrentarse al campeonísimo español.
Y encima es que el serbio Novak Djokovic (Nole para los amigos) le tiene la moral comida de tal manera que todo hacía presagiar que en caso de una final, el sobrino de Miquel Àngel Nadal estaba poco menos que entregado.
Durante las semanas previas y tras haber perdido un par de torneos en enfrentamientos directos y con el mal juego que decían estaba desarrollando durante Roland Garros parecía poco menos que el muchacho estaba llegando al final de su carrera y arrastrándose por las tierras batidas de medio mundo.
El resultado es que acaba haciéndose con otro título aumentando aún más su leyenda y subiendo un peldaño más lo que es ciertamente positivo.
Es bueno para él pero sobre todo para toda la gente a la que le gusta destrozar los campeones. A los que les entusiasma que un ser superior se acabe estrellando desde la cima hasta el suelo en caída libre para así poder lanzarse sobre sus despojos como carroñeros.
Lo que le ha pasado al tenista intuyo (ya que la verdad es que de seguirlo, más bien poco o nada) que es simplemente un bajón de forma física y/o mental como cualquier día de estos le pasará a Leo Messi y en cuanto falle dos unos contra unos empezaremos a oír que el fantasma de Ronaldinho lo ha poseído y que se dedica a salir hasta altas horas de la madrugada, que ya no marca más de cincuenta goles por temporada y que es un mercenario.