.

.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Ruta de les X ermites (making of)

Por los comentarios de la anterior entrada veo que quizá he dado muchas cosas por sabidas. Como soy una persona de natural generosidad no permitiré que esa duda se enquiste y germine en vuestras mentes en la medida de lo posible. Empiezo contestando al Tony que se esconde tras el pseudónimo de Betis y le contesto con un rotundo sí. Es imposible no disfrutar de un paisaje como el que se atraviesa en una prueba tan larga. Yo de hecho, y ya que pago, consigo sacarle el valor tanto a bosques cerrados a escasos cuatro o cinco kilómetros de carreteras como a invasiones pacíficas de pueblos cuasi-dormidos que ven pasar cerca de medio millar de personas destrozadas en pos de un reto que permanece invisible para los ojos del no iniciado. Para responder a Neus, empezaremos por lo obligatorio. Para esta y para la mayoría de pruebas que se disputan en montaña es obligatorio llevar teléfono móvil, un cortavientos, un recipiente con un mínimo de medio litro de líquido y frontal en este caso ya que se iniciaba antes del amanecer. Yo opto por llevar mochila con camelbag (1'5 litros en su interior) y el móvil resguardado dentro de una bolsa de plástico previendo la gran sudada que vamos a padecer. Eran elementos recomendados los bastones, los cuales ya han sido ensalzados en la entrada principal, y algo para proteger la cabeza del sol. Ya sabéis que yo elijo pañuelo porque no soporto la visera de una gorra. Lo de si visitamos las diez ermitas. Pues la verdad es que hay un par de ellas que quedan muy cerca del recorrido pero no se llegan a visualizar a no ser que te alejes un trecho de lo marcado y tampoco están las piernas como para ir malgastando energías. Para mi gusto las más bonitas aunque parezca que barro para casa la imponente Sant Ramon y la de Santa Maria de Cervelló. Supongo que en esto de las ermitas debían haber categorías y estrellas como en los hoteles porque si no no se explica que hubiese ermitaños en cubículos lamentables y otros con unas vistas magníficas habitando una construcción de lujo. O eso o el tráfico de influencias ya hace muchos años que se estila. Qué más. Lo de si hay que llevar alimentos. Yo no llevo absolutamente nada aunque hay pruebas ultra que exigen que lleves contigo un mínimo de calorías por si acaso. Hay que tener en cuenta que según mis cálculos yo el sábado consumí unos cuatro litros de agua más coca-cola más bebidas isotónicas. ¡Como para llevar eso a cuestas! A eso hay que sumarle los bocadillos, fruta y frutos secos utilizados. Para finalizar lo de andar o correr. Pues se hace lo que se puede. Donde el terreno es favorable se intenta correr pero yo hay un punto en el que ya duele todo tanto que me cuesta muchísimo arrancar. Eso sí, los últimos 800 bien que los hice trotando para bajar el premio de unos 12 minutos el km de los anteriores a unos 5'45 en ese tramo de bajada/llano.

domingo, 23 de septiembre de 2012

III Ruta de les X ermites

Hacemos un conato de resurrección del blog para compartir la crónica de la ruta que da nombre a la entrada. El sábado entre las 6 y las 7 de la mañana se podía partir desde Begues para completar (o no) los 50 kilómetros de la prueba no competitiva. Y si no es competitiva ¿por qué sale todo el mundo como perros? Pues porque somos así de chulos. Primera experiencia para mí con frontal que sumado a los de cuatrocientos compañeros más daba un aspecto alucinante a la montaña viendo todo el reguero de lucecitas serpenteando por la ladera. Si a eso le sumamos el olor a humedad del bosque, el ulular de los búhos y las estrellas que ahí sí se distinguen el resultado es una experiencia muy recomendable. Al poco de salir se inicia el ascenso a Bruguers de modo satisfactorio y nos damos de morros con un descenso en condiciones bastante delicadas. Ahí, y tras un resbalón sobre las piedras empapadas, doy gracias de hacer uso de bastones. No hay duda que con cuatro piernas (cinco si se quiere caer en el chiste) la estabilidad es mucho mayor. Al poco y con la salida del sol todo discurre con normalidad e incluso una cierta comodidad. Vamos pasando avituallamientos, pasamos por zona conocida de montañas por Sant Climent donde se nos cruza un jabalí perseguido por unos cazadores, atravesamos el pueblo de Sant Climent y procedemos a subir a Sant Ramon por un camino nuevo para mí pero que no deja de ser como correr en casa. La bajada por la parte más abrupta nos lleva a enlazar con parte del recorrido de la Cursa de la Roca Negra y cuando empezamos a subir Sant Antoni, lo hacemos por una parte mucho menos escarpada que en el trail de Sant Boi. Empiezo a pensar que el recorrido va a ser en su conjunto muy asequible y dominado por pistas forestales cuando me encuentro de frente con una pared de roca de unos cuatro metros que habrá que superar escalando y que da paso a un tramo muy duro de ascenso seguido por un descenso no menos duro. Perdón, había omitido que cuatro kilómetros antes de esta ascensión, hacia el 24 he dado buena cuenta del avituallamiento sólido completo situado en Torrelles donde paro unos ocho minutos para consumir un par de bocadillitos, un plátano, bebida isotónica, coca-cola y un buen puñado de frutos secos que me llevo para el camino. Seguimos recorrido para cruzar las dos siguiente ermitas la última de las cuales es Santa Maria de Cervelló donde me están esperando mis tres chicas para infundirme ánimos y una cierta envidia porque nos han advertido en un control anterior que nos preparemos ya que nos queda un subidón impresionante en el Puig Vicenç. Como la gente de montaña no es de exagerar ni de mentir, el ascenso se hace dantesco y en la bajada nos encontramos con el segundo lugar donde hay que descender un tramo agarrados a una cuerda. Para finalizar ya sólo quedarán cuatro o cinco kilómetros de un ascenso continuado que a esas alturas se hace demoledor buscando con la mirada una cima que no llega nunca. Por suerte encuentro algunos compañeros con los que hablar un rato y así ir más distraídos y no tan pendientes de los dolores que nos azotan. Al final de la subida se escucha la megafonía de la meta donde hay gente que ya llevará tres horas y hay muchos otros por detrás a los que les faltarán cuatro horas de caminata. Con terreno favorable y la llegada a la vista pongo un trote jabalinero (por la montaña no se usa lo de cochinero) y me convierto en un finisher lleno de orgullo y satisfacción personal. 8 horas y 17 minutos para completar la prueba. Entonces a comer, ahora sí como un cerdo, todo lo que pillo incluyendo un plato de macarrones a la boloñesa que sientan estupendamente.