El Baco y el bacon

Después de un montón de años con el parque inaugurado, este fin de semana he pisado por primera vez Port Aventura.
Como era de esperar, no le veo la gracia. Si a uno no le gustan ni las atracciones ni los espectáculos ni las colas ni la comida infumable (increíble cómo se puede hacer tan malo un bocadillo de bacon con queso), está realmente fastidiado.
Pues ése es mi caso. Aún el viernes se podía andar pero lo del sábado era impresentable. Como llegamos pronto pude entrar con la Marina en un tal Silver River de dificultad moderada que es claramente mi tope en la lucha contra la gravedad.
No lo pasé del todo mal aunque realmente no le encuentro la gracia a la sensación esa que parece que las pelotas van a ser absorbidas dentro del cuerpo. Mi teoría (para no decir que soy un cagón) es que hay personas que somos más sensibles a los desniveles.
Vamos, que yo cuando aterriza y despega el avión, me agarro hasta poner los nudillos blancos y recuerdo una vez en Pamplona, en una noria que casi me da también un patatús. En este último caso, debo alegar que el contenido en sangre de kalimotxo podía dar lugar a lecturas y diagnósticos erróneos.
La Mónica en cambio, se atrevió con la Estampida. Si yo subo a esa atracción, se acaba el blog.

Y de la olla a presión de Cornellà-El Prat qué decimos. No he visto nada de la jornada liguera en vivo pero podemos destacar que la bombonera perica que iba a ser inexpugnable y de la cual no se iban a escapar puntos, ha recibido al admirado equipo blanco recibiendo una goleada incontestable.
Cuentan las crónicas que con el aumento de masa social blanquiazul, al menos pitan más a los de Pellegrini. Quizá lo de la gorra reversible esté pasando a mejor vida aunque dudo que el resto de la temporada no vayan casi todos con los merengues.
O sea, que ya está la clasificación con ese capicúa barcelonés que me encandila.