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viernes, 22 de enero de 2010

Los premios, mejor en vida

Hoy vamos de reflexión filosófica.
Han llamado mi atención un par de premios a título póstumo que se han dado o se van a dar en estas fechas.
El primero era el homenaje a Solé Tura. Dijo su hijo el del documental, que ya le podían haber hecho el mismo hacía treinta años. Y tiene toda la razón. Yo no me meto con si lo merecía o no que a mí eso me la trae al pairo pero si crees que alguien es merecedor de un premio, no lo hagas cuando el alzheimer le tiene tan perdido que no va a saber de quién están hablando o cuando esté muerto.
El otro caso a mi modo de ver es aún peor. Resulta que ha muerto una policía española en el terremoto de Haití. Estaba colaborando en tareas de la ONU.
Pues a mí no me parece que sea justo que le otorguen la medalla al mérito policial. Es que sencillamente no veo dónde está el mérito. Una cosa es que te vuele la cabeza un terrotista estando o no de servicio y por lo que eres o lo que representas y otra muy distinta, que se te hunda el edificio como a tantos otros.
Por la misma regla de tres, deberían darle la distinción al mérito civil a los otros fallecidos.
También suele chirriarme cuando es recibido con los más altos honores un militar que muere en Afganistán jugando a baloncesto.
Eh, cuidao, que a mí de nuevo me da lo mismo pero es que creo que no toca aunque también comprendo que no sería justo que todos los galardones indivudiales y colectivos fuesen a parar al Barça.
Ah, e igual que los premios, los besos y abrazos que haya que darle al prójimo (cuantos más mejor) también serán mejor recibidos si se está sano (todo lo sano que se pueda estar) que si se está con la mente en otra dimensión o en un tanatorio.
Y si nos peleamos con alguien en vida, no se vale luego ir diciendo lo que se le quería al finado, que tampoco todos los fiambres tienen por qué haber sido buenas personas.

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