Ante la proliferación de tiendas y grandes superficies donde se puede comprar desde muebles (desmontados) hasta excavadoras, debe ser que ha calado hondo en la población el ejemplo de Bricomanía pero yo me decanto por tenerle manía al brico.
En el temido IKEA que hoy nos va a ocupar la gente piensa: "qué barato!". Aparentemente la premisa es correcta pero claro, habría que pensar en sumar al precio de venta las tres horitas que necesitan un par de personas para transportar, desembalar, descifrar las instrucciones (no sabía que los dibujitos pueden ser en sueco), montar, cagarse en Dios repetidas veces, amenazar con lanzar la mesa por la ventana, colocar, recoger y tirar los embalajes.
El coste aproximado de estas horas, si calculamos por ejemplo para un licenciado en biología y un fontanero y asignamos un coste horario de nueve euros (o menos) para el primero y unos veinticino para el segundo, sale a un pastón el tema.
Y eso si es que no se te ocurre la misión imposible de dirigirte hacia el Gran Vía 2 pongamos por caso un sábado por la tarde lluvioso. No entiendo cómo hay tanta gente que le gusta estar apelotonada y a la espera de aparcar porque no hay sitio en un centro comercial.
Lo cierto, eso sí, es que durante unas semanas, al pasar al lado del artilugio en cuestión se siente una especie de satisfacción y decirle a las amistades lo bien de precio que te ha salido total por apretar cuatro tornillitos.
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Solo 2 comentarios:
a) para mí lo mejor son los sabrosos hot dogs
b) ver a la gente como no le caben los paquetes del mueble adquirido en el coche.
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